En los últimos años se ha estudiado mucho sobre las famosas Altas Capacidades. La primera aproximación científica a esta realidad fue psicométrica: se buscaba entender cómo era el procesamiento cognitivo, sus características específicas y diferenciales en lo que a la inteligencia lógico-matemática o lingüística se refería.
Ahora, muchos estudios nos hablan de las necesidades emocionales y sociales que estos niños tienen. Merece la pena hacer una reflexión sobre las mismas y sobre cómo acompañarlas.
Las emociones y las altas capacidades
En primer lugar, queremos destacar que nos encontramos a menudo que las necesidades emocionales de estos niños no siempre son tenidas en cuenta. Los niños con altas capacidades a menudo suelen mostrarse tan autónomos y autosuficientes en su razonamiento y manera de entender la realidad que se puede descuidar el atender aspectos importantísimos para la construcción de su identidad.
Se puede caer en el error de tratarlos como «pequeños adultos», poniendo el énfasis de la educación del menor en la parte racional y no enseñándoles un buen manejo de sus emociones. Por ejemplo, podría pasar que si el niño tiene grandes rabietas pero pasadas las mismas es capaz de razonar sobre ellas, dejemos de lado en el momento de la rabieta las estrategias de contención que le ayudarían a regular su enfado y facilitar una mejor expresión del mismo.
Es fundamental tener en cuenta que, aunque su manera de comunicarse sea elaborada, su pensamiento profundo y su entendimiento de la realidad privilegiado, siguen siendo niños y por tanto necesitan el cuidado y atención propia de su edad. Podríamos encontrarnos con un niño de ocho años que parece expresarse como uno de doce, sin embargo, sus necesidades emocionales de proximidad, contención de sus padres, cariño y soporte son bien diferentes a las necesidades de este niño de doce.
Expectativas en las Altas Capacidades
Es interesante reflexionar sobre la cantidad de expectativas y deseos parentales de los que son depositarios estos niños. En algunos casos están sometidos a muchísima estimulación: el niño debe ser violinista, trilingüe, saber cálculo avanzado y, además, no manifestar estrés…
Podría pasar que al recibir un diagnóstico de Altas Capacidades, el entendimiento que proporciona esta etiqueta sobre lo que le pasa al niño llevara a un cambio en nuestra manera de percibirle o relacionarnos con él.
Independientemente de su capacidad intelectual, buscaremos construir una identidad centrada en lo que “el niño es” y no lo que “sabe o es capaz de hacer”. De esta manera estaremos transmitiendo seguridad a nuestros hijos y un afecto sano si somos capaces de quererles por lo que son, con sus fortalezas y debilidades, y no por lo que queremos que consigan hacer. Es un amor transmitido al niño en sí mismo, no solo a la esfera más intelectual.
¿Cómo podemos ayudar a un buen ajuste socio-emocional?
En muchas ocasiones los propios niños notan la asincronía entre su desarrollo cognitivo y su desarrollo emocional. Esto puede ser una experiencia que les genere temor hacia sus propias emociones y sensación de falta de manejo de las mismas. Podría pasar entonces que se refugiaran en su razonamiento como una manera de huir, callar o rechazar lo emocional.
Como adultos, es fundamental que les ayudemos a entender, reconocer, aceptar y expresar sus emociones. Esto se puede hacer de una manera lúdica, con cuentos, talleres, actividades compartidas en familia, música, creatividad… y, sobretodo, ofreciéndoles nuestras palabras para que se comprendan mejor a sí mismos: “entiendo que estás enfadado…” o “entiendo lo triste que te sientes cuando…”
Otro aspecto relevante es que suelen ser niños que personalizan mucho los fracasos y los viven de forma más invasivos que los éxitos. De alguna manera, siendo más o menos conscientes de sus capacidades, son niños que tienden al perfeccionismo. Es importante tener cuidado en este sentido, suelen responsabilizarse demasiado de sus errores, no siempre de una manera constructiva. Viven los éxitos como “lo que debería ser” y los fracasos son atribuidos a características personales.
Buscaremos ayudarles a entender los errores como parte del aprendizaje e, incluso, como una oportunidad de mayor desarrollo. Esto lo podemos hacer valorando el tiempo invertido en una actividad, la perseverancia y el esfuerzo, más que el resultado.
Una herramienta para aportar seguridad en lo que se refiere a las necesidades emocionales son las normas y los límites adecuados y la importancia que tienen para el desarrollo del niño.
Es muy necesario recoger también los retos sociales a los que se enfrentan. Atendiendo a lo perceptivos que son, los niños con Altas Capacidades suelen pronto darse cuenta de sus diferencias respecto a otros compañeros. Así, favorecer espacios de desarrollo social entorno a actividades no académicas pueden ser una manera de estimular el encuentro entre iguales. El objetivo es buscar espacios cooperativos o de trabajo en equipo donde se sientan aceptados e integrados. Un buen ejemplo podría ser un equipo de baloncesto o una clase de cerámica donde otro tipo de capacidades, no solo intelectuales, se pongan en juego y favorezcan relaciones horizontales, de curiosidades y objetivos compartidos con otros niños.
Para practicar
Hemos querido recoger en esta entrada los puntos que necesitan una especial atención por parte del adulto. No queremos terminarla sin hacer referencia a la cantidad de recursos y capacidades que podemos disfrutar junto a ellos.
Características como su creatividad, sus inquietudes, su genial percepción de la realidad u ocurrencia, su deseo de saber más o su sentido del humor serán motivos de alegría en casa. Además, es fundamental destacar que son niños con una gran inteligencia intrapersonal. Es decir, son capaces de entenderse a sí mismos con relativa facilidad y de encontrar dentro de sí respuestas para los retos del día a día. Esto será una gran herramienta que siempre les acompañará.
En el caso de necesitar acompañamiento terapéutico, veremos cómo con el adecuado abordaje, son niños plásticos y flexibles y bien enfocados al cambio. Os invitamos a recoger en una hoja qué cosas buenas son las que compartís con vuestro hijo con Altas Capacidades, para fomentar una mirada de cariño y paciencia, a pesar de las dificultades.
En resumen…
- Atender a las necesidades emocionales propias de su edad.
- Ayudarles a reconocer, aceptar y expresar sus emociones.
- Facilitar la integración positiva de los fracasos
- Transmitir que les queremos por lo que son, no por lo que saben o pueden hacer.
- No llenarlos de expectativas o deseos de los adultos.Establecer normas y límites consistentes y firmes.
- Buscar actividades o espacios de encuentro con otros niños.
- Valorar sus capacidades y recursos… ¡y disfrutar de ellos en familia!